Grandes vidas de bolivianos pequeños
Texto: Jorge Quispe • Fotos: Pedro Laguna, Jorge Quispe, agencia APG, Flia. Choque y archivo La Razón
“Yo nunca me achico”, sostiene con seguridad Cresencio Choque Mamani, de 29 años, desde sus 90 centímetros de estatura, y continúa: “Un día me dije quiero ser famoso... y lo logré”. Conoce siete países y no le falta trabajo.
Cresencio, el primer “Chucky” del ring, acaba de casarse con Isabel Lorena Ramallo Ilaya (17 años) y en marzo nacerá el primer hijo de la pareja. Este potosino es uno de los bolivianos y bolivianas que viven en un mundo hecho para grandes.
“El enanismo es una deficiencia de la glándula del crecimiento por la que una persona tiene una talla considerablemente inferior a lo común”, explica el médico Juan Carlos Medrano. Puede deberse a una alteración genética o a trastornos endocrinólogos, ortopédicos o nutricionales.
A Cresencio no le interesa su baja talla. Es un hombre exitoso que logró realizar sueños. Y no es el único. Hay varios personajes de corta estatura que inscribieron su nombre en la historia, como el pintor francés Henri de Toulouse-Latrec. En La Paz de la primera mitad del siglo pasado, fue famoso por sus 60 centímetros el “muqu k’ara”, inmortalizado por la cámara fotográfica de Julio Cordero Castillo.
Una “Gotita de Amor”
En la esquina de las calles Ingavi y Socabaya, Lidia Quispe (24 años) estruja cada noche hojas de papel antes de introducirlas en una bolsa de nylon de 70 centímetros. Sus pequeñas manos actúan como prensa. “Desde el 2005, reciclo papel, cartones, nylon y todo lo desechable para después venderlo”, cuenta la mujer de pollera.
Nacida en el pueblo de Ch’ujisivi, camino a Laja, pasteaba ovejas y vacas antes de migrar a La Paz. Es la menor de ocho hermanos y la única pequeña de la familia; aunque no sabe con certeza qué estatura tiene. “La otra vez me midieron para viajar a Buenos Aires (Argentina) creo que llegué a los 15 metros…”, suelta con una sonrisa.
“La Cholita”, como la conocen sus amigos, mide cerca de 90 centímetros y es popular entre los guardias de seguridad de la Cancillería, el Banco de los Andes y las cámaras de Diputados y Senadores. “Hay papel, cholita entrá’, me dicen y yo recojo”.
Éste no es el único oficio de Lidia. “En agosto, un guardia me insistía para que vaya a luchar, yo no sabía qué era eso. Después, cuando me explicó, me entrené y viajamos con un grupo a la Argentina. En el ring soy ‘La Gotita de Amor’ y soy una luchadora técnica, no ruda”, aclara con un lenguaje propio del cuadrilátero.
Por su baja estatura, algunos le gritan ¡Enana, enana…!; pero ella los ignora. “Lo hacen por envidia, porque yo tengo trabajo. Además el Señor dice: ‘Si odias, estás odiando a mi hijo’ y yo le hago caso”. Eso sí, no deja que la lastimen “Tengo chiquito el corazón y si alguien me lo parte, no me acerco más a esa persona”, advierte.
“Gotita de Amor” rompe corazones. “Hay hartos amigos que me molestan, pero no les hago caso. Si alguien quiere ser mi pareja le digo: ‘Si me vas a querer me tienes que hablar con la verdad, por ahí te doy vergüenza por mi estatura’, así les hablo”, asegura con orgullo detrás de su manta.
Según Lidia, que sigue soltera, el año pasado tuvo al menos cinco pretendientes, pero ninguno cumplió con los requisitos para conquistar el pequeño corazón de “La Cholita”. El elegido, además de ser sincero, debe gustar de la música chicha del grupo Alaska —que a ella “le encanta”— y saber de memoria la letra del huayño Me olvido de tu amor, de la peruana Dina Condori.
¡Vivan Cresencio e Isabel…!
El matrimonio de Cresencio Choque e Isabel Ramallo estuvo a punto de cancelarse. Algunos familiares no aprobaban la unión entre el luchador, de 90 centímetros de estatura, y la estudiante, de un metro y 55 centímetros. Basilio Ilaya Linares, el tío de la novia, reniega al recordar el episodio. “Era gente envidiosa que decía que la familia iba a quedar mal y cosas por el estilo”.
Sin embargo, Cresencio siempre estuvo seguro de su amor. “¿Cómo te vas a casar con ese chato?, le decían a ella; pero nuestro amor pudo más, porque estamos enamorados y vamos a tener nuestro hijo en marzo”, revela el futuro padre, el único de talla pequeña de su familia.
Acostumbrado a pelear contra grandes obstáculos, el ex universitario de la carrera de Derecho de la Universidad Siglo XX, de Llallagua (Potosí), sorteó dificultades desde niño. “Me crié solo, salí bachiller, aprobé el examen en la universidad y después me dediqué a la lucha”, cuenta.
A los 21 años, en La Paz, debutó en la lucha libre cuando encarnó por primera vez al rudo del ring “Chucky, el Muñeco Diabólico”. Años después, se convirtió en “La Criatura de Dios”, un luchador de perfil técnico.
Rodeado de fama, Cresencio fue flechado por Cupido el 2008. Ese año, el potosino conoció a Isabel durante una gira en Buenos Aires y se enamoró perdidamente. “Mire, yo no me siento discriminado por ser chiquito. Conseguí una chica linda, pero además peleé con ‘El Nieto del Santo’, ‘El Nieto del Rayo de Jalisco’, ‘Lápida’, y como pocos conozco siete países”. Infla su pecho como la tarde del sábado 19 de diciembre en el local El Salonazo cuando se casó con Isabel.
En su casa de El Alto, el teléfono de Cresencio no deja de sonar. No falta quien desea contratarlo para alguna pelea; pero él, que ahora es luchador independiente, aclara que se dio una pausa hasta que nazca su hijo. “Tengo que estar al lado de mi esposa, quizás vuelva al ring después, pero ahora ella me necesita”.
¡El más pequeño del mundo…!
“En esta esquina: el múltiple campeón nacional, Wálter “Tatake” Quisbert, de dos metros y 20 centímetros de estatura y 180 kilos de peso. En esta otra esquina: el hombre más pequeño del mundo, el temerario y más rudo de todos los malos, con sólo 50 centímetros de estatura y 15 kilos: “Chucky, el Muñeco Diabólico”.
El parlante anuncia así, desde hace siete meses, la pelea entre el más rudo y el más técnico de los luchadores. Óscar John Quispe Mamani (17 años) esboza una sonrisa. “En realidad, no soy tan malo como me anuncian en el ring, pero mi personaje sí lo es”, sugiere detrás de una máscara del popular Rey Misterio. No 50; mide en realidad 60 centímetros, pero parecen menos al lado de los más de dos metros de “Tatake”, su mentor y su maestro, con quien charla animadamente en su casa de la zona de Gran Poder.
Óscar cumple con todos los ritos de un luchador consagrado. “No puedo revelar mi identidad, por eso uso una máscara. Ésta no es mía (enseña la de Rey Misterio que lleva) porque yo soy Chucky; pero igual, no puedo mostrarme ante mi público. Algún día protagonizaré una lucha de máscara contra cabellera”, desafía.
A su colega Cresencio Choque, el primer “Chucky” boliviano, le lanza un reto. “En cualquier ring le voy a demostrar que yo soy el verdadero Chucky. Sé que habló mal de mí, por eso estoy esperando un encuentro”, reafirma mientras gatea por el piso, al igual que el personaje de la película, para después posar amenazante ante la cámara fotográfica.
En la vida cotidiana, Óscar estudia el último curso de secundaria; este 2010 saldrá bachiller del colegio Faro Murillo y uno de sus sueños es arreglar aparatos electrónicos. “Para mi tamaño sería un buen oficio la electrónica; también me gustaría ser abogado, pero me han dicho que por mi estatura no sería recomendable”.
Fanático de Daddy Yankee y el reguetón, admite que en alguna ocasión recibió insultos por su estatura; pero él ni se inmuta. “Saco fuerza de mi corazón para seguir adelante”. Una vez no quisieron dejarlo entrar a una discoteca, pero él reveló su identidad del ring y todos le abrieron camino.
Estrellita, la reina de la Tv
En Santa Cruz, “Estrellita” es una marca registrada. Su paso por el programa televisivo Sábados Populares, a principios de los 90 en La Paz, y su consagración en Decibles Familiar en Santa Cruz, son sus principales credenciales. “Animo fiestas infantiles y en el circo hago fonomímica como payasita”, se presenta Giovana Álvarez Céliz (39), paceña de nacimiento.
Detrás de su metro y 20 centímetros de estatura, se esconden 23 años de carrera artística. “En La Paz, mi amigo ‘Pinturita’ me invitó a probarme para el show y después me quedé. Soy feliz haciendo felices a los niños y eso fue lo mejor que me dio esta carrera”.
Es que le gusta su oficio. “Si volviera a nacer, sería payasita sin dudarlo”, resume desde su local en La Cabaña, cerca del río Piraí de la capital cruceña, donde se fue cuando tenía 17 años. “Aquí siento menos rechazo que en otra ciudad contra los enanitos”.
Mientras se maquilla, “Estrellita” recuerda con algo de tristeza sus tiempos de quinceañera. “Por mi estatura no me dejaban entrar en las discotecas y cuando iba a una fiesta nadie me sacaba a bailar. Me sentía mal, pero eso ya pasó. Ahora soy famosa: salgo en la televisión y en los periódicos”.
A la hora del balance, Giovana destaca que los regalos más grandes que recibió fueron sus tres hijas, una de ellas ya la hizo abuela, y su esposo Baldemar. “Él es una persona normal, pero eso de normal entre comillas, porque yo soy como cualquiera, sólo que muy exitosa”, aclara. A su hija mayor, Luz, no le interesa la altura de su madre. “Mi mamá es el orgullo de la familia”, reafirma con emoción.
En su papel de la payasita “Estrellita”, a Giovana se la puede contactar en el celular 773-82616.
Grandes sueños
A pocos metros de la plaza Murillo, Lidia recolecta papel y cartón, y expresa un sueño: “Quisiera recoger más y ahorrar para comprar un auto y llevar yo misma mis bolsas a la recicladora”.
En la zona de Gran Poder, Óscar o “Chucky: el Muñeco Diabólico”, ensaya una llave al cuello de su maestro “Tatake” Quisbert. Dice que será el hombre más feliz del mundo cuando conozca México, la cuna de la lucha libre.
En Santa Cruz, Giovana o “Estrellita” ya se ve en su propio programa de televisión. “Se llamará El Show de Estrellita”, adelanta.
El Salonazo de Villa Victoria está repleto. Finalmente, el amor de Cresencio e Isabel triunfó sobre los prejuicios de la estatura. Ante la gran cantidad de invitados que hacen cola para entrar a su boda; desde sus 90 centímetros, el novio comenta que hubiese sido mejor alquilar otro local. Él siempre piensa en grande.
Extraído de la Revista Escape de La Razón (10/01/10)
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