El sábado 31 de marzo de 2012 a las 11:51, Neymar da Silva Santos Júnior entra en la oficina de marketing del Santos Futebol Clube, localizada en el Centro de Treinamento Rei Pelé. Calza unas sandalias negras y viste un short gris y una camiseta negra. Porta un lema estampado en letras blancas sobre el pecho, lo que provoca la reacción inmediata de Eduardo Musa, responsable de la gestión de la carrera de Neymar Jr.®: "¿Quién va a editar las fotografías? Van a tener que quitar eso de las fotos", nos dice, señalando las letras de la camiseta.
Neymar se acerca y me ofrece una mano fría y sin fuerza. Acaba de bañarse después de finalizar el entrenamiento. En cada oreja, un arete circular de brillantes cubre la totalidad del lóbulo. Se queda parado a mi lado, hombro a hombro, sin rehuir el contacto físico, mientras me presento y le aclaro que no soy un periodista deportivo y le explico lo que haremos en la entrevista. No parece apresurado, más bien parece que le gustaría estar en otro lugar. En una piscina con sus amigos. O en casa viendo una película con su hermana. A pesar de ello, su manera de estar en esa oficina, su manera de ser en ese momento, no se impone con prepotencia. Sabe que es su deber estar allí y lo acepta con la resignación de quien no toma decisiones. Lo que emana de su figura es desamparo. Sin darme cuenta, me pongo a hablarle como si fuera un niño.
Pareciera imposible que este garoto tímido haya logrado conquistar la Copa Libertadores para el Santos, cuarenta y ocho años después de que lo hiciera el Santos de Pelé. Pareciera insólito que sea el futbolista más admirado en el país del fútbol. ¿Dónde está el crack que con su exuberante y contundente personalidad en el campo transforma cualquier jugada intrascendente en excepcional?
Sólo cuando se sienta enfrente de mí para comenzar la entrevista advierto un detalle que lo trastoca todo: Neymar lleva puesto un gorro. Un enorme gorro gris del que apenas se escapa la punta de un mechón teñido de rubio sobre la ceja derecha. Yo vine hasta aquí por esos pelos que ahora se me niegan. Si Dios existe y si Dios, como le gusta decir a los brasileños, es brasileño, y si además resulta que Dios es santista, entonces Dios tiene un humor retorcido.
Me mudé a vivir al país del fútbol en septiembre de 2011. Antes vivía en Barcelona, y esto viene a cuento porque la mudanza trastornó, de manera estrambótica, el peinado de mi hijo mayor. Mi hijo tiene cinco años y solía ir por la vida con los pelos de la cabeza en actitud aburrida. Por supuesto que ya era un fanático del fútbol, cómo no serlo en Barcelona, pero su adoración por Messi, por Xavi o por Iniesta no interfería con su estética capilar. Entonces nos mudamos al país del fútbol. Peor aún: entonces ellos, mi mujer y mis dos hijos, se mudaron al país del fútbol y yo me quedé en Barcelona finalizando la mudanza. Ese proceso duró cuatro semanas, ni un día más, lo juro. Y he aquí una verdad del tamaño del Maracaná: en cuatro semanas tu hijo puede convertirse en otra persona.
Aterricé en el país del fútbol, y en el aeropuerto me esperaba un niño que se parecía vagamente a mi hijo. Sin embargo, cargaba algo muy extraño sobre la cabeza. Para empezar, llevaba tal cantidad de gel en el cabello que parecía que en lugar de haber ido a vivir al país del fútbol habíamos vuelto a México. Expatriarse, en el caso de los mexicanos, significa aprender a vivir sin usar gel. En fin, el caso es que, en la parte central del cráneo, los pelos de aquel niño parecido a mi hijo estaban erizados a lo mohicano, a lo punk.
—¿Qué pelos son ésos? —quise saber después de repartir algunos abrazos perplejos.
—¡Neymar, papá!, estoy peinado como Neymar —respondió aquel niño que afirmaba ser mi hijo.
Neymar Jr.® todavía no ha nacido. Por su parte, Neymar da Silva Santos Júnior tiene once años. Estamos en 2003, Lula es presidente del país del fútbol desde enero y Neymar acaba de comenzar a jugar en las divisiones inferiores del Santos, el mítico Santos de Pelé. Tan sólo dos años después, Neymar Jr.® es un rumor que recorre las redacciones de los periódicos deportivos. El rumor dice que en el Santos se está gestando un nuevo crack y que ese crack se llama Neymar Jr.®.
En 2006, la madre que parió a Neymar Jr.® se embaraza: con catorce años Neymar viaja a España para participar en un campamento del Real Madrid. Los visores del club más rico y más prepotente del mundo quedan encantados. Se espera que el Real Madrid haga una oferta para que el moleque, el niño, se quede: se cierne la amenaza de aborto. Su padre, Neymar da Silva Santos (sin el Júnior), se sienta a negociar con Marcelo Teixeira, entonces presidente del Santos. Un millón de reales cuesta que el padre ordene a su hijo subir a un avión y volver a casa.
En los siguientes tres años, Neymar Jr.® crece y crece en el vientre de la madre que lo pariría. Todo el mundo empieza a hablar de él: es el feto más famoso del país del fútbol. Se dice que cumple con todas las cualidades que los especialistas exigen en un crack: fantasía, técnica excepcional, inventiva y capacidad de prever el juego. Sin ni siquiera haber debutado en primera división, el moleque es una celebridad que llega a ser invitado para jugar en partidos con fines benéficos.
El 7 de marzo de 2009, con diecisiete años recién cumplidos, Neymar va a debutar con el equipo mayor, y la expectativa generada ha producido la ficción de que se presenciará un acto histórico. La madre tiene contracciones y se anuncia el parto. Es el Campeonato Paulista, y el Santos se enfrenta al modesto Oeste. Pero es una falsa alarma: Neymar regatea, muestra su velocidad, su disparo contundente, pero no consigue anotar. La exhibición basta para que Tostão, campeón del mundo con la selección brasileña en 1970 y respetadísimo columnista de fútbol del periódico Folha de São Paulo, escriba que Neymar Jr.® le transmitió sensaciones parecidas a Zico y a Romario.
Las contracciones aumentan y una semana después, el 15 de marzo de 2009, el rival es el también modesto Mogi Mirim. Transcurre el minuto veintisiete cuando Neymar entra al área rival acompañando una jugada que se desarrolla por la izquierda, ve venir a media altura el balón, se tira de palomita y anota de cabeza. No es un gol espectacular, ni siquiera bonito, pero es suficiente: siendo las 18:37 del domingo 15 de marzo de 2009 en la ciudad de São Paulo, en el estadio de Pacaembú, nace Neymar Jr.®, el crack que existía antes de existir. Mientras Neymar festeja, el comentarista de televisión confirma el alumbramiento: "¡Puede ser un gol histórico!". Y proclama el advenimiento de Neymar Jr.®: "¡El garoto del Santos brilla!, ¡el garoto va a conseguir conquistar a la torcida rápidamente!".
Neymar se acerca y me ofrece una mano fría y sin fuerza. Acaba de bañarse después de finalizar el entrenamiento. En cada oreja, un arete circular de brillantes cubre la totalidad del lóbulo. Se queda parado a mi lado, hombro a hombro, sin rehuir el contacto físico, mientras me presento y le aclaro que no soy un periodista deportivo y le explico lo que haremos en la entrevista. No parece apresurado, más bien parece que le gustaría estar en otro lugar. En una piscina con sus amigos. O en casa viendo una película con su hermana. A pesar de ello, su manera de estar en esa oficina, su manera de ser en ese momento, no se impone con prepotencia. Sabe que es su deber estar allí y lo acepta con la resignación de quien no toma decisiones. Lo que emana de su figura es desamparo. Sin darme cuenta, me pongo a hablarle como si fuera un niño.
Pareciera imposible que este garoto tímido haya logrado conquistar la Copa Libertadores para el Santos, cuarenta y ocho años después de que lo hiciera el Santos de Pelé. Pareciera insólito que sea el futbolista más admirado en el país del fútbol. ¿Dónde está el crack que con su exuberante y contundente personalidad en el campo transforma cualquier jugada intrascendente en excepcional?
Sólo cuando se sienta enfrente de mí para comenzar la entrevista advierto un detalle que lo trastoca todo: Neymar lleva puesto un gorro. Un enorme gorro gris del que apenas se escapa la punta de un mechón teñido de rubio sobre la ceja derecha. Yo vine hasta aquí por esos pelos que ahora se me niegan. Si Dios existe y si Dios, como le gusta decir a los brasileños, es brasileño, y si además resulta que Dios es santista, entonces Dios tiene un humor retorcido.
Me mudé a vivir al país del fútbol en septiembre de 2011. Antes vivía en Barcelona, y esto viene a cuento porque la mudanza trastornó, de manera estrambótica, el peinado de mi hijo mayor. Mi hijo tiene cinco años y solía ir por la vida con los pelos de la cabeza en actitud aburrida. Por supuesto que ya era un fanático del fútbol, cómo no serlo en Barcelona, pero su adoración por Messi, por Xavi o por Iniesta no interfería con su estética capilar. Entonces nos mudamos al país del fútbol. Peor aún: entonces ellos, mi mujer y mis dos hijos, se mudaron al país del fútbol y yo me quedé en Barcelona finalizando la mudanza. Ese proceso duró cuatro semanas, ni un día más, lo juro. Y he aquí una verdad del tamaño del Maracaná: en cuatro semanas tu hijo puede convertirse en otra persona.
Aterricé en el país del fútbol, y en el aeropuerto me esperaba un niño que se parecía vagamente a mi hijo. Sin embargo, cargaba algo muy extraño sobre la cabeza. Para empezar, llevaba tal cantidad de gel en el cabello que parecía que en lugar de haber ido a vivir al país del fútbol habíamos vuelto a México. Expatriarse, en el caso de los mexicanos, significa aprender a vivir sin usar gel. En fin, el caso es que, en la parte central del cráneo, los pelos de aquel niño parecido a mi hijo estaban erizados a lo mohicano, a lo punk.
—¿Qué pelos son ésos? —quise saber después de repartir algunos abrazos perplejos.
—¡Neymar, papá!, estoy peinado como Neymar —respondió aquel niño que afirmaba ser mi hijo.
Neymar Jr.® todavía no ha nacido. Por su parte, Neymar da Silva Santos Júnior tiene once años. Estamos en 2003, Lula es presidente del país del fútbol desde enero y Neymar acaba de comenzar a jugar en las divisiones inferiores del Santos, el mítico Santos de Pelé. Tan sólo dos años después, Neymar Jr.® es un rumor que recorre las redacciones de los periódicos deportivos. El rumor dice que en el Santos se está gestando un nuevo crack y que ese crack se llama Neymar Jr.®.
En 2006, la madre que parió a Neymar Jr.® se embaraza: con catorce años Neymar viaja a España para participar en un campamento del Real Madrid. Los visores del club más rico y más prepotente del mundo quedan encantados. Se espera que el Real Madrid haga una oferta para que el moleque, el niño, se quede: se cierne la amenaza de aborto. Su padre, Neymar da Silva Santos (sin el Júnior), se sienta a negociar con Marcelo Teixeira, entonces presidente del Santos. Un millón de reales cuesta que el padre ordene a su hijo subir a un avión y volver a casa.
En los siguientes tres años, Neymar Jr.® crece y crece en el vientre de la madre que lo pariría. Todo el mundo empieza a hablar de él: es el feto más famoso del país del fútbol. Se dice que cumple con todas las cualidades que los especialistas exigen en un crack: fantasía, técnica excepcional, inventiva y capacidad de prever el juego. Sin ni siquiera haber debutado en primera división, el moleque es una celebridad que llega a ser invitado para jugar en partidos con fines benéficos.
El 7 de marzo de 2009, con diecisiete años recién cumplidos, Neymar va a debutar con el equipo mayor, y la expectativa generada ha producido la ficción de que se presenciará un acto histórico. La madre tiene contracciones y se anuncia el parto. Es el Campeonato Paulista, y el Santos se enfrenta al modesto Oeste. Pero es una falsa alarma: Neymar regatea, muestra su velocidad, su disparo contundente, pero no consigue anotar. La exhibición basta para que Tostão, campeón del mundo con la selección brasileña en 1970 y respetadísimo columnista de fútbol del periódico Folha de São Paulo, escriba que Neymar Jr.® le transmitió sensaciones parecidas a Zico y a Romario.
Las contracciones aumentan y una semana después, el 15 de marzo de 2009, el rival es el también modesto Mogi Mirim. Transcurre el minuto veintisiete cuando Neymar entra al área rival acompañando una jugada que se desarrolla por la izquierda, ve venir a media altura el balón, se tira de palomita y anota de cabeza. No es un gol espectacular, ni siquiera bonito, pero es suficiente: siendo las 18:37 del domingo 15 de marzo de 2009 en la ciudad de São Paulo, en el estadio de Pacaembú, nace Neymar Jr.®, el crack que existía antes de existir. Mientras Neymar festeja, el comentarista de televisión confirma el alumbramiento: "¡Puede ser un gol histórico!". Y proclama el advenimiento de Neymar Jr.®: "¡El garoto del Santos brilla!, ¡el garoto va a conseguir conquistar a la torcida rápidamente!".
Gato Pardo
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