En dos semanas comienzan los Juegos Olímpicos de Londres y es momento de acudir al Google para consultar quién será el representante de Bolivia. La respuesta es que dos atletas, Bruno Rojas y Claudia Balerrama, los nadadores Karen Tórrez y Andrew Rutherfurd, y el tirador Juan Carlos Pérez serán los elegidos, acompañados de varios (¿muchos?) dirigentes.
La última vez que un boliviano corría los 100 metros planos en un gran evento internacional fue el 26 de julio de 1996 en las olimpiadas de Atlanta con una marca de 10.74 y fue Jorge Castellón, atleta paceño becado en Estados Unidos. Aquel día el diario Los Tiempos de Cochabamba publicó una preciosa foto de su serie, ganada de forma impresionante por el velocista norteamericano Dennis Mitchel, miembro del histórico relevo que ganó el oro en los Juegos de Barcelona 92.
En aquellos días el quillacolleño Bruno Rojas tenía apenas tres años y no se imaginaba que 16 años más tarde él batiría los récords nacionales del propio Castellón en 100 (10.36) y 200 metros (21.23), permitiéndole ello ser el representante boliviano en los juegos de Londres que están a punto de comenzar a fin de mes y estar en el primer puesto del ranking sudamericano juvenil, categoría a la que aún pertenece.
Justamente antes de besar el Olimpo, Bruno ha tenido esta semana su último test en el Campeonato del Mundo Juvenil en Barcelona. Allí fue tercero el martes en su serie en los 100 metros con 10.80 segundos, quedándose a las puertas de pasar a la siguiente ronda. Fueron 71 competidores, logró la 39º mejor marca en una competición con -1,6 de viento, en la que únicamente 14 han logrado su mejor marca. En 200 metros quedó el 6º de su serie con 21.92.
Pero la formación de Bruno Rojas no se ha dado de forma espontánea, sino a causa de una sucesión de felices proyectos e iniciativas. Lógicamente gracias a una familia que le apoya decididamente, requisito primordial, pero también por el efecto arrastre que logró el proyecto del difunto profesor Froilán Corrales y su afán de hacer del atletismo una moda en la ciudad de Quillacollo, donde logró tener más de un centenar de niños compitiendo regularmente. Luego, ya en las pistas, Bruno comenzó de la mano de otro de los pesos pesados del atletismo boliviano, Ramiro Villarroel, contemporáneo de Castellón, quien en los años 90 saltó (en longitud) la que aún sigue siendo la mejor marca boliviana, 7,42 metros, espoleado en parte a las enseñanzas de la escuela alemana dejada por Willi Gernemman durante su estadía en Bolivia entre 1991 y 1994 y absorbida por entrenadores como H. Fernández, Luque, Galetovic y Vlahovic, lo que nos lleva al último eslabón de la cadena, Luís Daniel Valenzuela, hoy por hoy el mejor entrenador de la velocidad boliviana, con apenas 33 años.
Está más que comprobado que los atletas aparecen como resultado de iniciativas locales y de efectos encadenados. Hay que exigir medallas y resultados internacionales, pero primero hay que comenzar por lograr una cultura deportiva, llenar los parques de niños, educar a los espectadores e incluso patrocinar a gestores profesionales para que se dediquen a ello desde la iniciativa privada. Al fin y al cabo, si se quieren resultados, la cosa es poniendo.
El autor tiene estudios en Administración de Industrias Culturales y Desarrollo Económico Local.
La última vez que un boliviano corría los 100 metros planos en un gran evento internacional fue el 26 de julio de 1996 en las olimpiadas de Atlanta con una marca de 10.74 y fue Jorge Castellón, atleta paceño becado en Estados Unidos. Aquel día el diario Los Tiempos de Cochabamba publicó una preciosa foto de su serie, ganada de forma impresionante por el velocista norteamericano Dennis Mitchel, miembro del histórico relevo que ganó el oro en los Juegos de Barcelona 92.
En aquellos días el quillacolleño Bruno Rojas tenía apenas tres años y no se imaginaba que 16 años más tarde él batiría los récords nacionales del propio Castellón en 100 (10.36) y 200 metros (21.23), permitiéndole ello ser el representante boliviano en los juegos de Londres que están a punto de comenzar a fin de mes y estar en el primer puesto del ranking sudamericano juvenil, categoría a la que aún pertenece.
Justamente antes de besar el Olimpo, Bruno ha tenido esta semana su último test en el Campeonato del Mundo Juvenil en Barcelona. Allí fue tercero el martes en su serie en los 100 metros con 10.80 segundos, quedándose a las puertas de pasar a la siguiente ronda. Fueron 71 competidores, logró la 39º mejor marca en una competición con -1,6 de viento, en la que únicamente 14 han logrado su mejor marca. En 200 metros quedó el 6º de su serie con 21.92.
Pero la formación de Bruno Rojas no se ha dado de forma espontánea, sino a causa de una sucesión de felices proyectos e iniciativas. Lógicamente gracias a una familia que le apoya decididamente, requisito primordial, pero también por el efecto arrastre que logró el proyecto del difunto profesor Froilán Corrales y su afán de hacer del atletismo una moda en la ciudad de Quillacollo, donde logró tener más de un centenar de niños compitiendo regularmente. Luego, ya en las pistas, Bruno comenzó de la mano de otro de los pesos pesados del atletismo boliviano, Ramiro Villarroel, contemporáneo de Castellón, quien en los años 90 saltó (en longitud) la que aún sigue siendo la mejor marca boliviana, 7,42 metros, espoleado en parte a las enseñanzas de la escuela alemana dejada por Willi Gernemman durante su estadía en Bolivia entre 1991 y 1994 y absorbida por entrenadores como H. Fernández, Luque, Galetovic y Vlahovic, lo que nos lleva al último eslabón de la cadena, Luís Daniel Valenzuela, hoy por hoy el mejor entrenador de la velocidad boliviana, con apenas 33 años.
Está más que comprobado que los atletas aparecen como resultado de iniciativas locales y de efectos encadenados. Hay que exigir medallas y resultados internacionales, pero primero hay que comenzar por lograr una cultura deportiva, llenar los parques de niños, educar a los espectadores e incluso patrocinar a gestores profesionales para que se dediquen a ello desde la iniciativa privada. Al fin y al cabo, si se quieren resultados, la cosa es poniendo.
El autor tiene estudios en Administración de Industrias Culturales y Desarrollo Económico Local.
Los Tiempos
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