La Riel es uno de los sectores más populares y extensos de la Feria 16 de Julio de la urbe alteña. En ella se puede encontrar todo tipo de enseres imaginables, sólo se debe saber donde buscar. Es necesaria al menos una mañana completa para su recorrido ya que en el trayecto las ofertas son variadas y en muchos casos irresistibles.
Cada jueves y domingo, los gremiales se apuestan desde La Ceja alteña, a pocos pasos del peaje de la Autopista, hasta la plaza Ballivián. Al ingresar, son necesarios sólo dos pasos para que los visitantes puedan sentirse inmersos en un centro de abasto donde se adquiere ropa, comida, utensilios de cocina, medicina tradicional, muebles, en fin, de todo.
Es común escuchar entre la población que en este lugar se encuentra desde una aguja hasta todo el equipo necesario para armar un automóvil, la aseveración no es exagerada ya que quien puede y quiere hallará lo que necesita a un precio bastante económico.
Si el recorrido es iniciado por La Ceja se puede ver que las prendas usadas predominan, los zapatos y botas de las mejores marcas reconocidas a nivel mundial se ofrecen desde Bs 10 junto a lencería y ropa suelta desde un boliviano mientras que, pasos después, trajes en perfecto estado son ofrecidos a Bs 400. De la Riel, surgen como venas largas calles y avenidas que ofrecen estos enseres, son vías que terminan siendo concurridas por personas de toda clase social, algunas camufladas por gorras y lentes de sol para no ser reconocidas mientras otras caminan sin temor.
Son montañas de ropa donde cualquier poblador escurridizo se propone encontrar la ropa en mejor estado, a veces debe luchar con algún ciudadano convertido en su ocasional rival para lograr su objetivo, pero es seguro que de no encontrar la prenda en ese montón en el de lado o en el siguiente lo estará esperando.
En la vereda del frente, decenas de puestos presentan también ropa nueva desde los Bs 30. Buzos, chompas, soleras y chamarras de toda talla y color esperan para ser compradas y que se les brinde un uso adecuado.
Junto a estos comerciantes se oferta todo tipo de aparatos electrónicos, nuevos y usados, televisores de todo tamaño, computadoras de distintas capacidad, antenas satelitales, memorias para transportar información, celulares, reproductores de video y otros, se encuentran como muestra sobre algún plástico que los protege del polvo de la calle. Algunos otros son expuestos en vitrinas donde la gente puede probarlos y ver sus capacidades antes de adquirirlos.
Cabe mencionar que a cada paso puede verse un comerciante de CD’s piratas, películas o juegos de video que ofrece desde los estrenos mundiales en su rubro hasta los pedidos más raros presentados por los interesados.
Si se sigue el recorrido, frente a frente se ven puestos improvisados de peluquerías donde el corte desde los Bs 3 es requerido por clientes que esperan largos minutos para poder mejorar su imagen.
En otros rincones, muchos comerciantes muestran su experiencia en el arte del convencimiento, nacionales o extranjeros los vendedores usan gritos, alaridos y micrófonos llenando de ilusiones a los visitantes, prometiendo recetas para bajar de peso o la cura de sus enfermedades, cremas para evitar la calvicie o promociones de pastillas que podrán evitar dolores. Cerca a ellos, se observan brujos y yatiris ofreciendo soluciones más eficientes.
En el extremo opuesto de donde se inicia el recorrido de esta conocida vía, se pueden observar hermosos juegos de dormitorios, muebles y sofás que esperan a que algún visitante los vea y pueda darles un espacio en su hogar. Adyacente, puede verse la oferta de refrigeradores y cocinas que muestran sus deficiencias y sus años pero prometen un tiempo de uso mayor que servirá para complacer las necesidades de quienes los estén buscando.
Como vecinos se ven puestos de animales, loros y chanchos son ofrecidos como promesas de compañeros o de seres que en algún momento podrán traer mayor ganancia a quienes decidan adquirirlos. Así también, se observa en las cercanías animales disecados que prometen ser adornos de escritorio para quienes lo requieran.
En medio de todo, se camufla en el aire aromas intensos que seducen a cualquier ciudadano para que se aproxime a los puestos de comida. En esta sección puede encontrarse de todo, desde un fricasé de pollo o una salchiarroz de Bs 4 hasta un pacumutu que bordea los 20, pero los lugares más concurridos son los de pescado que tapados por plásticos o calaminas evitan que el sol ingrese a los rincones rodeados por banquetas y algunas mesas donde los ocasionales comensales deben degustar sus alimentos con la mano, ya que los cubiertos son escasos.
A pocos metros de algunos y a centímetros de otros, la carne es sazonada por aceite usado desde tempranas horas en sartenes tan antiguos que incluso el sarro les ha cambiado el color. Otras ollas de similar estado son recipientes del arroz, la papa y la cebolla que acompaña como guarnición la trucha, el pejerrey y el ispi.
Lastimosamente, mientras las ofertas marean el peligro ronda, en todo el sector puede observarse como malhechores se encuentran al acecho esperando el descuido de un desafortunado que le permita adueñarse de su propiedad. En esto, el arte también está presente ya que no es necesario ningún escándalo o algún acto de violencia para que el robo se efectúe, sólo una distracción ocasionaría que el afectado perdiera todo lo que lleva en sus carteras o bolsillos.
Cada jueves y domingo, los gremiales se apuestan desde La Ceja alteña, a pocos pasos del peaje de la Autopista, hasta la plaza Ballivián. Al ingresar, son necesarios sólo dos pasos para que los visitantes puedan sentirse inmersos en un centro de abasto donde se adquiere ropa, comida, utensilios de cocina, medicina tradicional, muebles, en fin, de todo.
Es común escuchar entre la población que en este lugar se encuentra desde una aguja hasta todo el equipo necesario para armar un automóvil, la aseveración no es exagerada ya que quien puede y quiere hallará lo que necesita a un precio bastante económico.
Si el recorrido es iniciado por La Ceja se puede ver que las prendas usadas predominan, los zapatos y botas de las mejores marcas reconocidas a nivel mundial se ofrecen desde Bs 10 junto a lencería y ropa suelta desde un boliviano mientras que, pasos después, trajes en perfecto estado son ofrecidos a Bs 400. De la Riel, surgen como venas largas calles y avenidas que ofrecen estos enseres, son vías que terminan siendo concurridas por personas de toda clase social, algunas camufladas por gorras y lentes de sol para no ser reconocidas mientras otras caminan sin temor.
Son montañas de ropa donde cualquier poblador escurridizo se propone encontrar la ropa en mejor estado, a veces debe luchar con algún ciudadano convertido en su ocasional rival para lograr su objetivo, pero es seguro que de no encontrar la prenda en ese montón en el de lado o en el siguiente lo estará esperando.
En la vereda del frente, decenas de puestos presentan también ropa nueva desde los Bs 30. Buzos, chompas, soleras y chamarras de toda talla y color esperan para ser compradas y que se les brinde un uso adecuado.
Junto a estos comerciantes se oferta todo tipo de aparatos electrónicos, nuevos y usados, televisores de todo tamaño, computadoras de distintas capacidad, antenas satelitales, memorias para transportar información, celulares, reproductores de video y otros, se encuentran como muestra sobre algún plástico que los protege del polvo de la calle. Algunos otros son expuestos en vitrinas donde la gente puede probarlos y ver sus capacidades antes de adquirirlos.
Cabe mencionar que a cada paso puede verse un comerciante de CD’s piratas, películas o juegos de video que ofrece desde los estrenos mundiales en su rubro hasta los pedidos más raros presentados por los interesados.
Si se sigue el recorrido, frente a frente se ven puestos improvisados de peluquerías donde el corte desde los Bs 3 es requerido por clientes que esperan largos minutos para poder mejorar su imagen.
En otros rincones, muchos comerciantes muestran su experiencia en el arte del convencimiento, nacionales o extranjeros los vendedores usan gritos, alaridos y micrófonos llenando de ilusiones a los visitantes, prometiendo recetas para bajar de peso o la cura de sus enfermedades, cremas para evitar la calvicie o promociones de pastillas que podrán evitar dolores. Cerca a ellos, se observan brujos y yatiris ofreciendo soluciones más eficientes.
En el extremo opuesto de donde se inicia el recorrido de esta conocida vía, se pueden observar hermosos juegos de dormitorios, muebles y sofás que esperan a que algún visitante los vea y pueda darles un espacio en su hogar. Adyacente, puede verse la oferta de refrigeradores y cocinas que muestran sus deficiencias y sus años pero prometen un tiempo de uso mayor que servirá para complacer las necesidades de quienes los estén buscando.
Como vecinos se ven puestos de animales, loros y chanchos son ofrecidos como promesas de compañeros o de seres que en algún momento podrán traer mayor ganancia a quienes decidan adquirirlos. Así también, se observa en las cercanías animales disecados que prometen ser adornos de escritorio para quienes lo requieran.
En medio de todo, se camufla en el aire aromas intensos que seducen a cualquier ciudadano para que se aproxime a los puestos de comida. En esta sección puede encontrarse de todo, desde un fricasé de pollo o una salchiarroz de Bs 4 hasta un pacumutu que bordea los 20, pero los lugares más concurridos son los de pescado que tapados por plásticos o calaminas evitan que el sol ingrese a los rincones rodeados por banquetas y algunas mesas donde los ocasionales comensales deben degustar sus alimentos con la mano, ya que los cubiertos son escasos.
A pocos metros de algunos y a centímetros de otros, la carne es sazonada por aceite usado desde tempranas horas en sartenes tan antiguos que incluso el sarro les ha cambiado el color. Otras ollas de similar estado son recipientes del arroz, la papa y la cebolla que acompaña como guarnición la trucha, el pejerrey y el ispi.
Lastimosamente, mientras las ofertas marean el peligro ronda, en todo el sector puede observarse como malhechores se encuentran al acecho esperando el descuido de un desafortunado que le permita adueñarse de su propiedad. En esto, el arte también está presente ya que no es necesario ningún escándalo o algún acto de violencia para que el robo se efectúe, sólo una distracción ocasionaría que el afectado perdiera todo lo que lleva en sus carteras o bolsillos.
El Diario
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