Los principios deben ser permanentes, traspasar fronteras e ideologías. Pero, no siempre sucede así. La prueba es que para el Gobierno del presidente Evo Morales la libertad de expresión tiene un valor en Europa o Estados Unidos y otro, muy distinto, en Bolivia.
De otra manera no se puede entender que haya respaldado a Ecuador e, implícitamente, a Julian Assange, y que mantenga la mano de dura contra los medios de comunicación bolivianos.
En la lógica del gobierno boliviano, EEUU debe garantizar la libertad de expresión de Assange, cuyo delito ha sido filtrar en el portal WikiLeaks los cables que los embajadores estadounidenses enviaban al departamento de Estado revelando secretos de los gobernantes del mundo.
En cambio, el gobierno de Morales en los últimos días le ha negado ese derecho a la Agencia de Noticias Fides (ANF), a Página Siete, a El Diario y al senador opositor Roger Pinto en Bolivia.
El contundente respaldo que le ofreció a Ecuador, la merecida crítica contra Londres y el implícito apoyo a Julian Assange, dejan al presidente Morales sin argumentos frente a sus propias acciones.
Si él defiende la libertad de expresión para Assange, también debería respetar ese derecho en Bolivia y frenar en seco a sus ministros, quienes han iniciado un juicio penal a tres medios de comunicación bolivianos, que no han hecho otra cosa que reproducir en términos periodísticos las palabras del presidente Evo Morales.
“Hay que sentar este precedente” dijo el ministro Carlos Romero, quien cree que “esto ya está bueno”. Esas frases muestran que libertad de expresión incomoda al Gobierno, pero no sólo la libertad de expresión de los medios, sino de los ciudadanos, de los opositores y hasta de los sacerdotes que se expresan en sus homilías.
Evo Morales no sólo defendió la libertad de expresión de Assange, sino el derecho al asilo, pues rechazó los supuestos intentos de Londres de intervenir la Embajada de Ecuador para detener al fundador de WikiLeaks. Un mínimo de coherencia mandaría al Presidente a conceder el salvoconducto para que el senador Pinto, que se encuentra asilado en la Embajada de Brasil en La Paz salga del país.
Sólo así podríamos creer que él respeta la libertad de expresión que Estados Unidos pretende coartar a Assange o que respeta el derecho al asilo que el Reino Unido intenta violar.
Morales interpretó que las “amenazas” del Reino Unido contra Ecuador son en realidad contra toda la región, pero se abstuvo de exigirle que extienda un salvoconducto de salida para Assange como lo han hecho otros líderes del mundo, pues sería muy obvia la contradicción.
De hecho, la posición del presidente sobre Wikileaks ha cambiado según la conveniencia política en los últimos meses.
Cuando se filtraron los cables sobre Bolivia, Morales denunció que WikiLeaks era parte de un plan del imperio estadounidense para enfrentar a los presidentes de la región.
“Quiero decirles que no lo van a hacer, ya no somos tan infantiles, novatos en política. Nos damos cuenta como el imperio quiere enfrentarnos. Puedo pensar que los WikiLeaks es un invento de ellos para traer desconfianza entre presidentes”, decía aquella vez, cuando se conocieron algunos cables que no sólo pusieron en ridículo a Estados Unidos, sino al propio presidente Morales.
Y ahora, cuando sus socios del ALBA decidieron respaldar en bloque a Ecuador, Morales se sumó aunque eso le haga tropezarse con su propio discurso, como está sucediendo en el caso Assange.
Los oficialistas tratan de explicar que el caso Assange no se parece al de Pinto ni al de ANF. ¿Por qué no? Assange, al igual que Pinto está acusado de delitos comunes. Pinto está sindicado por supuestos delitos económicos, mientras que Assange tiene imputaciones por supuestos delitos sexuales. Pero, el mundo sabe que Assange es perseguido por revelar los cables de EEUU y Bolivia sabe que Pinto tiene más de 20 juicios porque es opositor y, en esa condición, denunció presuntos nexos de funcionarios públicos con el narcotráfico y la corrupción.
He querido referirme a la libertad de expresión en este texto para dejar sentado que es un derecho al que no renunciaré en mi calidad de periodista y ciudadana boliviana. Después de 26 columnas quincenales, pongo un punto y aparte en este ejercicio de opinión. Agradezco profundamente al director de Oxígeno, Grover Yapura, por permitir que las ideas fluyan en este periódico digital que ya se ha ganado un lugar entre los lectores ávidos de información.
De otra manera no se puede entender que haya respaldado a Ecuador e, implícitamente, a Julian Assange, y que mantenga la mano de dura contra los medios de comunicación bolivianos.
En la lógica del gobierno boliviano, EEUU debe garantizar la libertad de expresión de Assange, cuyo delito ha sido filtrar en el portal WikiLeaks los cables que los embajadores estadounidenses enviaban al departamento de Estado revelando secretos de los gobernantes del mundo.
En cambio, el gobierno de Morales en los últimos días le ha negado ese derecho a la Agencia de Noticias Fides (ANF), a Página Siete, a El Diario y al senador opositor Roger Pinto en Bolivia.
El contundente respaldo que le ofreció a Ecuador, la merecida crítica contra Londres y el implícito apoyo a Julian Assange, dejan al presidente Morales sin argumentos frente a sus propias acciones.
Si él defiende la libertad de expresión para Assange, también debería respetar ese derecho en Bolivia y frenar en seco a sus ministros, quienes han iniciado un juicio penal a tres medios de comunicación bolivianos, que no han hecho otra cosa que reproducir en términos periodísticos las palabras del presidente Evo Morales.
“Hay que sentar este precedente” dijo el ministro Carlos Romero, quien cree que “esto ya está bueno”. Esas frases muestran que libertad de expresión incomoda al Gobierno, pero no sólo la libertad de expresión de los medios, sino de los ciudadanos, de los opositores y hasta de los sacerdotes que se expresan en sus homilías.
Evo Morales no sólo defendió la libertad de expresión de Assange, sino el derecho al asilo, pues rechazó los supuestos intentos de Londres de intervenir la Embajada de Ecuador para detener al fundador de WikiLeaks. Un mínimo de coherencia mandaría al Presidente a conceder el salvoconducto para que el senador Pinto, que se encuentra asilado en la Embajada de Brasil en La Paz salga del país.
Sólo así podríamos creer que él respeta la libertad de expresión que Estados Unidos pretende coartar a Assange o que respeta el derecho al asilo que el Reino Unido intenta violar.
Morales interpretó que las “amenazas” del Reino Unido contra Ecuador son en realidad contra toda la región, pero se abstuvo de exigirle que extienda un salvoconducto de salida para Assange como lo han hecho otros líderes del mundo, pues sería muy obvia la contradicción.
De hecho, la posición del presidente sobre Wikileaks ha cambiado según la conveniencia política en los últimos meses.
Cuando se filtraron los cables sobre Bolivia, Morales denunció que WikiLeaks era parte de un plan del imperio estadounidense para enfrentar a los presidentes de la región.
“Quiero decirles que no lo van a hacer, ya no somos tan infantiles, novatos en política. Nos damos cuenta como el imperio quiere enfrentarnos. Puedo pensar que los WikiLeaks es un invento de ellos para traer desconfianza entre presidentes”, decía aquella vez, cuando se conocieron algunos cables que no sólo pusieron en ridículo a Estados Unidos, sino al propio presidente Morales.
Y ahora, cuando sus socios del ALBA decidieron respaldar en bloque a Ecuador, Morales se sumó aunque eso le haga tropezarse con su propio discurso, como está sucediendo en el caso Assange.
Los oficialistas tratan de explicar que el caso Assange no se parece al de Pinto ni al de ANF. ¿Por qué no? Assange, al igual que Pinto está acusado de delitos comunes. Pinto está sindicado por supuestos delitos económicos, mientras que Assange tiene imputaciones por supuestos delitos sexuales. Pero, el mundo sabe que Assange es perseguido por revelar los cables de EEUU y Bolivia sabe que Pinto tiene más de 20 juicios porque es opositor y, en esa condición, denunció presuntos nexos de funcionarios públicos con el narcotráfico y la corrupción.
He querido referirme a la libertad de expresión en este texto para dejar sentado que es un derecho al que no renunciaré en mi calidad de periodista y ciudadana boliviana. Después de 26 columnas quincenales, pongo un punto y aparte en este ejercicio de opinión. Agradezco profundamente al director de Oxígeno, Grover Yapura, por permitir que las ideas fluyan en este periódico digital que ya se ha ganado un lugar entre los lectores ávidos de información.
Por: Mery Vaca
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