“Lucho era lo mejor de nosotros y lo mejor de nosotros no muere”, decía el afiche que, a dos horas de conocerse la muerte del padre Luis Espinal, el 22 de marzo de 1980, fue concluido en el Centro Juvenil Don Bosco ubicado en El Alto.
Su creador, el italiano Claudio Tedaldi, nunca imaginó que su trabajo se convertiría en el símbolo de la lucha por la democracia y la libertad de expresión.
La histórica imagen muestra a un Espinal delgado, con algo de barba en el rostro y un dejo de cansancio, pero con la mirada firme. Esa imagen del sacerdote fue captada junto al padre Pastor Montero en enero de 1978, cuando salían de una huelga de 19 días en el periódico Presencia.
La huelga marcó un momento histórico al que miles se sumaron. Domitila Chungara y otras mujeres asumieron la extrema medida para pedir la amnistía general irrestricta, la libertad de todos los presos políticos y el retorno a la democracia.
El cooperante Claudio Tedaldi, que trabajada en el Centro Juvenil Don Bosco y en el Taller de Cultura Popular (TCP), utilizó esa instantánea para crear uno de los primeros afiches que se imprimieron tras la muerte de Espinal, el 21 de marzo de 1980, y cuyos primeros ejemplares fueron repartidos durante su funeral, al que asistieron alrededor de 70.000 personas.
Sobre el compromiso, la entrega, la firmeza de espíritu del padre Espinal se ha dicho y escrito durante más de tres décadas, pero ese compromiso se convirtió en imperecedero al tiempo -se hizo perenne contrariamente a los planes de los paramilitares- especialmente gracias a dos fotografías que han sido reproducidas decenas de veces.
Una es la que se tomó el 18 de enero de 1978 y otra es la capturada el 1 de mayo de 1979 durante un mitin frente a la Federación de Mineros en El Prado. Ambas son muy conocidas, según cuenta la escritora y periodista Lupe Cajías, que trabajó junto a Espinal en el semanario Aquí.
Un hombre, un ícono
Tedaldi, que se encargaba de dar talleres de serigrafía y fotografía como cooperante de la organización Terranova, sólo conoció a Espinal de vista. Nunca cruzaron palabra. Sin embargo, el italiano, entonces de 21 años, sabía muy bien quién era el padre y lo que hacía por la gente.
Se enteró de su muerte junto a otros compañeros del TCP y del centro juvenil e inmediatamente pensaron en cómo podían ayudar bajo un objetivo común: denunciar el asesinato.
“Sacamos la imagen de un libro sobre la huelga de hambre (publicado por la Asamblea de Derechos Humanos) que nos pareció expresiva. La llevé al laboratorio del centro juvenil y la trabajé para darle volumen.
La dispuse en blanco y negro, le puse como fondo una manifestación popular en tono rojo y debajo la frase que pensamos entre todos”, recuerda.
En el laboratorio, mientras Tedaldi ejecutaba un proceso de solarización de la foto (técnica fotográfica para invertir el tono de la imagen) sintió tantas cosas que hasta hoy le resulta difícil sintetizarlas en una frase.
A la incredulidad le siguió la rabia, después el impulso de hacer algo y finalmente la reacción ante una injusticia. La versión más rústica del afiche, trabajado con la técnica de serigrafía en blanco y negro, fue distribuida en el funeral.
Semanas después, la imagen con el acabado final fue distribuida a nivel nacional gracias a la Asamblea de Derechos Humanos.
Mientras tanto' Aquí
Una vez conocida la noticia del asesinato de Espinal, Cajías junto con los demás colaboradores organizó otra publicación con gráficas del rostro del sacerdote, que estuvo a cargo de Ricardo Frías, que firmaba con el pseudónimo Iván.
El número tuvo coincidentemente la misma fotografía que Tedaldi había elegido para hacer el afiche.
Ambos trabajos y los que surgieron en días posteriores terminaron de convertir la fotografía en un ícono.
La clandestinidad
“La imagen de Espinal transmitía una serenidad interna muy grande, pero a la vez una fuerza y un ser en perpetua tensión.
Por eso creo que estas fotografías tienen tanta fuerza, porque no sólo se trata del momento circunstancial en que fueron tomadas, sino porque se ve que el ser que ha sido retratado está mostrando una fuerza como si le viniese de su plexo solar”, explica Cajías.
Después de la muerte del padre Espinal, Tedaldi colaboró con el semanario Aquí con algunas caricaturas que satirizaban los hechos políticos.
También en ese entonces colaboraba con la gráfica de la revista Marginal para el TCP.
Sus sátiras a Luis García Meza después del golpe militar de 1980, le costaron que fuera buscado y perseguido. Una semanas después se refugió en la Embajada de Italia y huyó del país.
Regresó un año después a escondidas cruzando la frontera con Perú para quedarse 15 días y distribuir material contra la dictadura.
“Creo que debemos recuperar el mensaje que surgió de una pérdida tan grande: ‘lo mejor de nosotros no muere’. Hay que mantener vivo el legado de un personaje tan fundamental para Bolivia”, reflexiona.
Su creador, el italiano Claudio Tedaldi, nunca imaginó que su trabajo se convertiría en el símbolo de la lucha por la democracia y la libertad de expresión.
La histórica imagen muestra a un Espinal delgado, con algo de barba en el rostro y un dejo de cansancio, pero con la mirada firme. Esa imagen del sacerdote fue captada junto al padre Pastor Montero en enero de 1978, cuando salían de una huelga de 19 días en el periódico Presencia.
La huelga marcó un momento histórico al que miles se sumaron. Domitila Chungara y otras mujeres asumieron la extrema medida para pedir la amnistía general irrestricta, la libertad de todos los presos políticos y el retorno a la democracia.
El cooperante Claudio Tedaldi, que trabajada en el Centro Juvenil Don Bosco y en el Taller de Cultura Popular (TCP), utilizó esa instantánea para crear uno de los primeros afiches que se imprimieron tras la muerte de Espinal, el 21 de marzo de 1980, y cuyos primeros ejemplares fueron repartidos durante su funeral, al que asistieron alrededor de 70.000 personas.
Sobre el compromiso, la entrega, la firmeza de espíritu del padre Espinal se ha dicho y escrito durante más de tres décadas, pero ese compromiso se convirtió en imperecedero al tiempo -se hizo perenne contrariamente a los planes de los paramilitares- especialmente gracias a dos fotografías que han sido reproducidas decenas de veces.
Una es la que se tomó el 18 de enero de 1978 y otra es la capturada el 1 de mayo de 1979 durante un mitin frente a la Federación de Mineros en El Prado. Ambas son muy conocidas, según cuenta la escritora y periodista Lupe Cajías, que trabajó junto a Espinal en el semanario Aquí.
Un hombre, un ícono
Tedaldi, que se encargaba de dar talleres de serigrafía y fotografía como cooperante de la organización Terranova, sólo conoció a Espinal de vista. Nunca cruzaron palabra. Sin embargo, el italiano, entonces de 21 años, sabía muy bien quién era el padre y lo que hacía por la gente.
Se enteró de su muerte junto a otros compañeros del TCP y del centro juvenil e inmediatamente pensaron en cómo podían ayudar bajo un objetivo común: denunciar el asesinato.
“Sacamos la imagen de un libro sobre la huelga de hambre (publicado por la Asamblea de Derechos Humanos) que nos pareció expresiva. La llevé al laboratorio del centro juvenil y la trabajé para darle volumen.
La dispuse en blanco y negro, le puse como fondo una manifestación popular en tono rojo y debajo la frase que pensamos entre todos”, recuerda.
En el laboratorio, mientras Tedaldi ejecutaba un proceso de solarización de la foto (técnica fotográfica para invertir el tono de la imagen) sintió tantas cosas que hasta hoy le resulta difícil sintetizarlas en una frase.
A la incredulidad le siguió la rabia, después el impulso de hacer algo y finalmente la reacción ante una injusticia. La versión más rústica del afiche, trabajado con la técnica de serigrafía en blanco y negro, fue distribuida en el funeral.
Semanas después, la imagen con el acabado final fue distribuida a nivel nacional gracias a la Asamblea de Derechos Humanos.
Mientras tanto' Aquí
Una vez conocida la noticia del asesinato de Espinal, Cajías junto con los demás colaboradores organizó otra publicación con gráficas del rostro del sacerdote, que estuvo a cargo de Ricardo Frías, que firmaba con el pseudónimo Iván.
El número tuvo coincidentemente la misma fotografía que Tedaldi había elegido para hacer el afiche.
Ambos trabajos y los que surgieron en días posteriores terminaron de convertir la fotografía en un ícono.
La clandestinidad
“La imagen de Espinal transmitía una serenidad interna muy grande, pero a la vez una fuerza y un ser en perpetua tensión.
Por eso creo que estas fotografías tienen tanta fuerza, porque no sólo se trata del momento circunstancial en que fueron tomadas, sino porque se ve que el ser que ha sido retratado está mostrando una fuerza como si le viniese de su plexo solar”, explica Cajías.
Después de la muerte del padre Espinal, Tedaldi colaboró con el semanario Aquí con algunas caricaturas que satirizaban los hechos políticos.
También en ese entonces colaboraba con la gráfica de la revista Marginal para el TCP.
Sus sátiras a Luis García Meza después del golpe militar de 1980, le costaron que fuera buscado y perseguido. Una semanas después se refugió en la Embajada de Italia y huyó del país.
Regresó un año después a escondidas cruzando la frontera con Perú para quedarse 15 días y distribuir material contra la dictadura.
“Creo que debemos recuperar el mensaje que surgió de una pérdida tan grande: ‘lo mejor de nosotros no muere’. Hay que mantener vivo el legado de un personaje tan fundamental para Bolivia”, reflexiona.
Página Siete
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