Dos semanas antes de la celebración de Todos Santos, Luis Fernando, de 14 años, prepara telas, detergentes y bidones para ganarse unos pesos limpiando los marcos y vidrios de las lápidas del Cementerio General de La Paz.
Como él, albañiles, guitarristas y “reziris” (personas que rezan por los difuntos a pedido de los familiares), cada año llegan por decenas al camposanto para ofrecer sus servicios, pero de forma eventual.
Las manos de Hilarión Lecoño delatan las cuatro décadas que dedicó a la albañilería. Con una sonrisa recuerda que su trabajo en este cementerio empezó como aguatero, luego siguió como limpiador de vidrios, pintor y finalmente como albañil.
“Hemos formado una asociación de pintores y albañiles que sólo trabajamos las semanas previas a Todos Santos, que es cuando más personas requieren nuestos servicios”, comenta.
Son cerca de 40 maestros eventuales, que vestidos con overoles esperan en la puerta principal del cementerio por trabajo. Suelen arreglar tres nichos por día.
Cerca a ellos están los niños que limpian los marcos y vidrios de las lápidas. En Todos Santos aparece alrededor de un centenar dentro del camposanto, donde ofrecen sus servicios por diez o 15 bolivianos.
Ronald Apaza, de ocho años, cuenta que al día gana unos 120 bolivianos, que son invertidos en sus necesidades personales. “Nuestros papás nos dan permiso para trabajar y comprar lo que queremos”, dice mientras sujeta un helado en cono.
Durante la semana sólo trabajan mediodía y el resto de la jornada asisten a clases. Es así que los fines de semana aprovechan para laborar más tiempo.
“Además de trabajar, aprovechamos para compartir con nuestros amigos. Entre todos nos conocemos y cada vez vemos que aumentan más personas”, agrega Wilfredo, de 13 años.
Caminando por los pasillos del cementerio, casi esparcidos como semillas, se encuentran los guitarristas. Vestidos de negro y con el instrumento colgado en su espalda, estos músicos ofrecen un variado repertorio durante las misas y los entierros.
Lourdes G., una de los ocho guitarristas que trabajan en este lugar, comenta que para Todos Santos aumenta el número de músicos por la excesiva demanda. “No nos hacemos problema de que vengan otros guitarristas eventuales, porque sabemos que serán días ajetreados, donde no nos faltará trabajo”, afirma.
Boleros, valses y cuecas son las canciones que más piden los dolientes, por ser las preferidas de sus fallecidos, cuenta Lourdes. Muchas veces -dice- estas piezas causan llanto en los familiares. “Es una forma de despedirse y sentirse cerca del ser querido”.
Cantan entre cuatro y cinco canciones, por lo que cobran 20 bolivianos. Esto aumenta según los instrumentos musicales que usen, trompetas, violines, bombos y acordeones.
Página Siete
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