“Pruebe las galletas de arroz, son buenas para la salud y dietéticas”, dice Lucía Quispe mientras ofrece sin compromiso trozos de este nuevo producto que en menos de tres meses se ha convertido en una de las novedades comestibles al paso más aceptadas de la Ceja de El Alto.
En un modesto puesto ubicado en plena parada a donde llegan los minibuses desde La Paz a la Ceja de El Alto, y cubierto por un toldo anaranjado, se encuentra el puesto de Yhony Choquetarqui, un joven emprendedor de 27 años que ha iniciado un negocio de elaboración y venta de unas galletas de arroz muy peculiares.
“Es increíble cómo surgió la idea. Tuve que ir hasta el otro lado del mundo para motivarme a iniciar un negocio. Los primeros meses de 2011 viajé a Corea del Sur, donde conocí estas máquinas que en segundos hacían galletas de arroz. Me animé y pasé un año aprendiendo a ensamblarlas para luego importar una de ellas pieza por pieza”, cuenta Choquetarqui.
Padre de dos hijos y hombre de familia, fue durante varios años chofer de transporte público, pero cambió ese oficio para aventurarse a emprender un nuevo negocio y ensambló la máquina con piezas coreanas y algunas italianas.
Choquetarqui es muy reservado al momento de hablar del costo de su inversión, pero manifiesta que está entre los 13.000 y 15.000 dólares. Actualmente hay dos máquinas de este tipo en Bolivia, una en El Alto y otra en Cochabamba, y ambas pertenecen a este emprendedor.
Durante la mañana y cerca del mediodía no pasan más de cuatro o cinco minutos sin que la ayudante Lucía Quispe no venda al menos una galleta de cincuenta centavos o un paquete de cinco unidades a dos bolivianos. En la tarde la venta se incrementa y muchas veces se forma una fila de clientes.
“Al día vendemos de 2.000 a 3.000 galletas y estamos desde las nueve de la mañana hasta la seis de la tarde. Las galletas tienen buena aceptación y la gente que nos conoce vuelve por más”, dice.
Una cada seis segundos
Nada en el proceso de su elaboración es tradicional. La mezcla lista para ser introducida en la máquina llega en saquillos directamente desde Corea del Sur. La importación estuvo a cargo de Choquetarqui, que adquirió un container completo del producto. Por día utilizan un saquillo de 30 kilos.
La mezcla que, según explica el propietario, tiene ginseng y vitaminas, es introducida en la parte superior de la máquina e inicia un proceso de cocinado rápido para que cada seis segundos una galleta salga expulsada a gran velocidad por la parte inferior de la misma y produzca un peculiar sonido.
Por la singularidad de su proceso, las galletas de arroz son crocantes, tienen un leve sabor dulzón -aunque no poseen azúcar- y también una consistencia que se asemeja más a una hostia. En ninguna parte del proceso se incluye aceite.
Arroz boliviano y de la región
Lo que las personas no saben, según explica el propietario, es que parte del arroz que él importa desde Corea del Sur es trasladado desde Bolivia y otros países de la región.
“Mucho del arroz con cascarilla que está destinado a ser desechado en Santa Cruz es trasladado al país asiático y procesado allá porque existen empresas que cuentan con la tecnología necesaria”, explica.
Actualmente las ganancias aún no logran que Choquetarqui tenga un local para la venta, pero ése es uno de sus sueños a futuro.
Debido al éxito que el producto está empezando a cosechar, personas que tienen tiendas o puestos de golosinas en varias zonas de El Alto empezaron a comprar las galletas para revenderlas.
Al estar por algunos minutos en el puesto se nota que la aprobación de las galletas en la Ceja de El Alto no se ha dejado esperar, aunque a su propietario le gustaría diversificarse y poder algún día ser parte del desayuno escolar.
La Ceja de El Alto está llena de comercios formales e informales y la mayoría está a cargo de mujeres como Quispe, aunque no sean las propietarias del negocio.
La investigación Género y Espacio Público, La Ceja, realizada por la Red Hábitat, y divulgada por varios portales de internet, señala que todos los días unos 80.000 comerciantes informales se instalan en la urbe alteña.
El 80% de esa cifra son mujeres y se calcula que más de 300 mil personas transitan todos los días por la Ceja, lo cual convierte este punto en un referente comercial a pesar de las condiciones de informalidad, entre otros problemas.
“Es complicado ganarse un espacio aquí, la gente a veces es un poco recelosa, pero los clientes vuelven. No ha habido persona que haya probado y no le haya gustado”, dice el emprendedor Choquetarqui.
Página Siete
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