NOEMI (28, San Borja).- No sé qué me pasa doctora. Estoy desesperada y me siento realmente traumada. Nunca le digo no a los chicos y siempre se aprovechan de mí.
Creo que es mi afán tener una pareja estable, lo que me hace siempre caer en las redes de los hombres, quienes ni cortos ni perezosos me llevan a la cama más rápido que inmediatamente.
Mis amigas ya me han dicho que soy demasiado confiada y nunca me niego a una cita, incluso soy yo la que más se le insinúa a los chicos y me muestro demasiado provocativa.
Bueno, no voy a negar que me encanta pasar buenos ratos de intimidad y que me fascinan los chicos, pero mis amigas dicen que por esa falta de cabeza que tengo estoy tirando mi reputación por los suelos.
Es el caso de Oscar, mi compañero de labores en una fábrica de ropa. Siempre me atrajo, no lo niego, y me parece muy atractivo. Me invitó a tomar un cafecito a la salida de las labores y habla que te habla empezamos a tocar temas calientes, lo que me subió la adrenalina y terminamos en un hostal, disfrutando de una noche esplendorosa, maravillosa.
A los pocos días llegó de viaje Raúl. Habíamos sido muy buenos amigos, incluso alguito más, antes de que se fuera a estudiar a Estados Unidos, y acordamos conversar en su casa para saber qué había sido de su vida.
Esa noche estaba solo porque su familia salió, tomamos unas cervecitas, recordamos los viejos tiempos, nos acaramelamos y al final, de la manera más fácil, logró que fuera suya sin mucho pedir.
Ahora he estado con Luis, quien juega en el equipo de fútbol donde mi padre es dirigente.
Es un chico alto, fuerte, guapo y me gusta bastante, sobre todo por sus músculos. Y él lo notó. Me llamó a la casa, me citó para ir al cine y tras ver una comedia picaresca fuimos a un hostal y allí pude comprobar que realmente tiene un cuerpo maravilloso por la práctica del deporte.
Juan, un chico que me agrada, quiere que sea su enamorada, pero ya mis amigas han corrido con el chisme de que soy fácil, que no mido las consecuencias y que no me niego a nada, por lo que temo perderlo. El es muy bueno, agradable, súper cariñoso, respetuoso e ideal para mí, pero esto que me pasa, que nunca le digo no a los chicos, ha malogrado mi buena imagen.
Ojo
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