Consejos para el cambio de uno mismo

Ana María es una mujer físicamente desagradable. La gente la rechaza y es insegura, por eso ha ido donde varios terapeutas que le dicen que no es fea y que lo importante es la belleza interior. Solo cuando una voz honesta le aclara lo que nadie se atreve, es decir, que realmente es desagradable, empieza a confiar en las personas y tiene una base realista para trabajar.

A Fabián lo abandona su esposa para irse con otro hombre. Se hace muchas preguntas. ¿Por qué lo hizo? ¿Fue suficientemente bueno con ella? ¿Es su culpa? ¿Es culpa de ella? ¿Cómo conoció al otro hombre? ¿En qué momento comenzó a desencantarse? Bla, bla, bla. Después de un tiempo acepta que la gente deja de amar, que no es el único hombre en el mundo, que su relación se acabó, que está solo y que su vida sigue. Se acaban los “por qué”.
Teresa le tiende la cama todos los días a su hijo, muerto hace 5 años, y vuelve al mutismo de siempre. Su tristeza no ha podido desatarse en un llanto sanador porque no acepta que se fue de este mundo para siempre.

Negamos la parte difícil de la vida, la muerte, la enfermedad, la transitoriedad, el desamor, la vejez, la pobreza, la diferencia, el conflicto, la fealdad, la estupidez y la frivolidad, entre otras cosas. Todo lo que no es compatible con nuestra estrecha imagen de la vida. Pero ignoramos que nuestro sufrimiento proviene más de la negación de las cosas, que de los dolores que nos da la vida. El verdadero poder para transformarnos y vivir plenamente viene, por el contrario, de nuestra capacidad de aceptación.

La aceptación es una puerta a un nuevo estado de consciencia: cuando aceptamos un aspecto rechazado de nuestra realidad, cambiamos nuestra perspectiva de las cosas. Se acaban las preguntas y llegan las respuestas. Todos encontramos umbrales en nuestras vidas. Negar equivale a quedarnos detenidos. Aceptar es cruzar.
Contrariamente a lo que nos dice el sentido común, cuanto más tratamos de cambiar una situación resistiéndola y negándola, ésta se mantiene. Por el contrario, cuando nos entregamos plenamente a una situación dada, aceptándola, esta se transforma.

Lo que rechazamos y resistimos persiste. Quien se resiste a un insomnio produce el insomnio, quien se resiste a la eyaculación precoz produce la eyaculación precoz, quien se resiste a su propia ansiedad produce situaciones de pánico, quien rechaza la tristeza termina en la depresión. Entendamos que una gran parte de nuestros problemas son nuestra resistencia a las cosas.

Ahí donde estés, ahí estás

Recuerdo que en un oscuro momento de mi vida encontré en un libro estas extrañas palabras del sabio Luis Enrique Mejía: “Ahí donde estés, ahí estás”. Recuerdo que me devolvieron el alma. Comprendí que mi tránsito oscuro seguía siendo vida y aprendizaje. El momento ameritaba, aunque fuera doloroso, de mi presencia en lugar de mi resistencia, de mi atención en lugar de mi distracción y de mi amistad en lugar de mi dependencia.

De ahí en adelante, desarrollé la confianza que brinda la capacidad de entregarse a las situaciones sin resistirse. No estoy allá, estoy aquí; no estoy entonces, estoy ahora. Lo claro es que estoy.

Aceptar nos hace pequeños y livianos. Nos libera. No resuelve nuestra vida, pero nos pone en la actitud de vivirla. Y es que la vida o se explica o se vive. Quien la explica la ajusta a sus propios modelos; quien la vive se relaciona desde la apertura. El ego se sirve de la negación y de las razones; el ser es el movimiento de la vida que siempre se renueva. La aceptación es la llave para hacernos uno con ese movimiento.

Cuando aceptamos las cosas tal y como son, cuando soltamos los ideales y los fantasmas de la negación, nos encontramos a nosotros mismos con nuestras decisiones. No importa qué vida nos toca, lo que importa es lo que hacemos con ella.

Aceptar profundamente nos lleva a darnos cuenta de que no existe otro momento. Le decimos sí a la vida, nos relacionamos plenamente y entregamos todo lo que tenemos aquí y ahora.

Compasión y coraje

La aceptación es una forma amistosa, abierta e inteligente de relacionarnos con las cosas: es un acto de compasión. También es un acto de coraje, porque para acoger el dolor, la enfermedad y la muerte se necesita coraje; así como para reconocer la imperfección, la humanidad, la libertad del otro, amar a pesar de la diferencia y crecer en medio del conflicto.

Yo creo que la negación interior es la base de la guerra. La violencia del mundo la sostenemos todos y empieza por nuestro miedo y por la negación de nosotros mismos, de nuestras sombras, de nuestros demonios y de nuestros dolores.

Propongo revisar esta estrategia colectiva fallida. ¿Por qué no rendirnos y aprender del espacio vacío que todo lo acoge? ¿Por qué no acoger en nuestro interior nuestros fantasmas, nuestra sombra, nuestro miedo, nuestro dolor y nuestros enemigos; acogerlos como si fueran viejos amigos que encontramos después de una larga jornada?

La mirada ecuánime

La base de la aceptación es el cultivo de una mirada que describa las cosas más allá del juicio, el miedo y la esperanza; es decir, una mirada ecuánime.

Lo invito a revisar su vida aquí y ahora y, desde esta mirada, responder: ¿es plena su sexualidad? ¿Cuáles son sus monstruos? ¿Cuáles son sus dolores? Si muriera en este momento ¿estaría realizado? ¿Le ha sido leal a su alma? ¿Cuáles son sus mentiras, miedos, debilidades?

Pero esta vez no deje que las respuestas le cierren el pecho y el vientre. No se deje desviar hacia los ideales ni a los recuerdos. Recíbalas, obsérvelas y acójalas con el espacio de un cielo abierto y la calidez con que abrazaría a un amigo entrañable que no ve hace tiempo. Encontrará con asombro que de hecho hay un amigo entrañable al que no le había abierto la puerta. Puede ser el principio de una larga amistad.

Cromos

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