Su hermana Elva enfermó de un mal terminal y un pedido en su lecho de muerte convirtió a Beatriz de la noche a la mañana en mamá de un niño de año y medio que todavía tomaba pecho de su mami. "Coty", como le decían de cariño a su segunda hermana, fue diagnosticada con insuficiencia renal y en un período de ocho meses la enfermedad fue fulminante con esta joven madre. "Cuando mi hermana se dio cuenta de que su mal era terminal me lo dio al niño. En ese entonces él tenía año y medio. Yo no lo esperaba. Me asusté, porque soy soltera. Pero ella me dijo que confiaba en mí porque sabía que su hijo iba a estar bien en mi riqueza y pobreza", contó con la voz entrecortada Bety, quien desde el 24 de abril, hace dos años, asumió su rol de mamá.
Al principio le fue difícil porque tuvo que aprender a cambiar pañales, preparar mamaderas y a economizar más para darle una mejor calidad de vida.
"Yo vivía para mí, pero de repente todo cambió. Perdía a mi hermana y al mismo tiempo me hacía madre. Ella (su hermana) pudo dejar el bebé con mis padres, pero no, me escogió a mí. Fue durísimo. Al comienzo el bebé buscaba mi pecho, yo me quería jalar de los pelos, lloraba de impotencia, porque tenía miedo de no hacerlo bien y me preguntaba porqué a mí. Adoro a mi hijo, desde que mi hermana me lo dio lo amé más porque es eso, mi hijo, mi locura, mi todo", manifestó Bety.
Hace una pausa, observa la foto de su hermana y continúa con su testimonio. "Recurrí a ayuda psicológica y mi familia me apoyó. Tuve miedo de no poder cumplir con la promesa que le hice a mi hermana, pero lo conseguí, sé que hago lo mejor que puedo, tendré necesidades pero soy feliz con mi hijo. Él sabe que su mamá está en el cielo, pero también que yo soy su madre, la que le da todo en la tierra. Donde yo me vaya él estará conmigo", expresó Beatriz.
De la muerte a la vida. Una historia diferente es la de Zulema Urapé. Hace dos años Carlitos, de cuatro años, enfermó de dengue hemorrágico. La noticia ocupó portadas y titulares en los medios de comunicación. Al morir el niño, "Zule", como le dicen en casa, quedó devastada, con un marido quebrado por el dolor y un hijo mayor de 7 años que tuvo que recibir ayuda psicológica para superar la muerte de su hermanito. Sin embargo, la vida le dio revancha y este 4 de junio Zulema y su esposo Paco celebrarán el primer añito de su tercer hijo.
"La muerte de un hijo no tiene palabras, no se encuentra consuelo, yo sigo llorando a mi bebé, casi enloquezco, pero este nuevo hijo más el amor de Alan (su hijo mayor) me han devuelto las ganas de vivir. No hay dolor más grande en este mundo que perder un hijo, tuve que aprender a convivir con la muerte y la vida, con los recuerdos y con mi vida actual", expresa esta abnegada mamá.
Asegura que solo Dios pudo sacarla adelante. "Yo doy la vida por mis hijos, pero Dios tuvo o tiene otro propósito que aún no logro entender, ya no le reprocho y aquí estoy cuidando de mis hijos vivos y orando por mi hijo muerto" comentó Zulema.
La magia de Fabiana. Silvia Soruco tenía 21 años cuando se embarazó de su hija mayor Andrea. Cinco años después llegó a su hogar Fabiana. La segunda criatura nació con el síndrome de Moebius, un mal neurológico por posible exposición a la radiación, pues Silvia trabajaba como visitadora social en el hospital Oncológico y estuvo expuesta a las salas radioactivas.
"Cuando ella nació yo veía algo raro, mi instinto de madre me lo decía y pasaron tres meses para que un especialista me diga que era un problema neurológico", contó Silvia. En ese momento la vida de esta madre dio un giro total, su esposo agarró maletas y se fue a EEUU para enviar dinero para los tratamientos, la distancia se plasmó después en divorcio.
"Mi hija va a cumplir 10 años en julio, 10 años de darle calidad de vida a mi niña, ella escucha, mira, pero no habla ni camina. Mi marido se fue y no volvió hasta nueve años después, no puedo negar que económicamente nos ayuda, pero yo me quedé sola. Cada vez que la veo convulsionar se me desgarra el alma, pero luego cuando me sonríe o me huele encuentro paz. Andrea (su hija mayor) es su segunda madre es mi pilar fundamental. Cuando Fabiana llegó a mi vida entendí que el dolor no me iba a vencer, ella tiene su propósito en nuestras vidas. Dios así lo dispuso", indicó.
El Sol
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