El periodista chileno Juan Pablo Meneses se adentra en el escabroso mercado de los jugadores infantiles en Latinoamérica. Sueños rotos, padres sin escrúpulos y muchos ojos ansiosos de llenar sus bolsillos.
“Messi es la carne más cara del mundo. Cada kilo de él cuesta 2 millones de euros”, dice, con media sonrisa, el periodista chileno Juan Pablo Meneses, autor del libro Niños futbolistas, recientemente publicado en España por Blackie Books. Su razonamiento sale de un cálculo muy sencillo, intencionadamente burdo y nada casual: el mejor futbolista del mundo pesa 65 kilos y está tasado en 130 millones de euros. No siempre fue así, por supuesto.
Como tantos niños, Leo Messi era un chaval argentino de origen humilde que se pasaba las horas jugando al fútbol en su Rosario natal. Como sabemos ahora –¿quién no ha visto algunos de sus sorprendentes vídeos infantiles?–, su talento innato para conducir el balón y regatear, su velocidad y superioridad respecto a los niños de su edad eran aplastantes. Las noticias sobre su virtuosismo corrió como la pólvora hasta que el FC Barcelona, a través de Carles Rexach, decidió traerlo a España. Lo que pasó luego, hasta hoy, es de sobra conocido. Cualquier aficionado al fútbol goza viendo jugar a La Pulga, y la sombra del pequeño malabarista del balón es muy alargada. Para lo bueno y para lo malo. “Todos los niños sueñan con ser Messi, pero probablemente ninguno lo será. El caso Messi ha hecho mucho daño al fútbol latinoamericano, porque se ha instalado una idea que parece real, pero que en el fondo es imposible: pagar un puñado de dólares por un niño, traerlo a Europa y que termine costando 130 millones de euros”.
Esa es una de las conclusiones a las que ha llegado Meneses en la elaboración de su libro, un trabajo de investigación periodística en el que recorre campos de fútbol de clubes modestos de varias ciudades de Latinoamérica (Medellín, Lima, Cali, Valparaíso, Córdoba, Rosario, Quito, Guayaquil…) con un objetivo concreto: comprar un niño para venderlo en Europa. Idéntico formato, bautizado por él mismo como “periodismo cash”, que ya utilizó en otro de sus libros La vida de una vaca, en el que Meneses adquiría una vaca con el objetivo de engordarla, verla crecer y, finalmente, llevarla al matadero. En ese caso, quería documentar el funcionamiento de la industria cárnica argentina desde dentro, teniendo intereses en el propio negocio e incluso sentimientos hacia la propia res. En este nuevo libro, el autor se recorre algunas ‘fábricas’ de futbolistas en el continente que con más y mejores jugadores surte a las ligas europeas. Meneses ojea pibes, habla con padres, regatea con representantes de poca monta y dueños de pequeños clubes y sondea a los propios chicos, sin perder de vista su meta, e intentando desprenderse de cualquier condición moral: “No trato de decir lo que es bueno y lo que es malo. Investigo, cuento lo que veo, lanzo preguntas y que la gente interprete lo que quiera, aunque en el fondo me interesa esta obsesión por el consumo que nos ha llevado a vivir situaciones muy contradictorias. A todos nos parece horrible que se vendan y trasladen de lugar o separen de sus familias a niños solo porque hay alguna posibilidad de que llegue a ser una figura del fútbol, pero luego nos parece fantástico que nuestro equipo tenga una joven estrella, venga de donde venga…”.
BARRO Y CORBATAS
Meneses escribe sobre niños que no hacen más en sus vidas que jugar al fútbol, mientras son escrutados por una legión de adultos deseosos de hacer ‘el negocio’. Pero detrás de esos tipos hay gente con corbata que no se ensucia los pies con el barro de las modestas canchas: “Hoy el fútbol está liderado por jóvenes que hacen másteres deportivos en Londres y luego copan puestos de responsabilidad en clubes de Europa, México o Argentina. Esos mismos directivos contratan a periodistas deportivos para que les manden listas con los mejores de cada fin de semana. Pero el mercado de los tipos de 16 está tan sobreexplotado que ahora el negocio está en los chicos de 12 para abajo. Por eso el Barça y el Madrid están poniendo escuelas en Suramérica”, apunta.
Efectivamente, el FC Barcelona llegó a un acuerdo en marzo de 2012 con Boca Juniors por el cual tendrá la prioridad para llevarse a los jóvenes de las categorías inferiores del equipo porteño y sus derechos federativos para venderlos a otras instituciones. También el Real Madrid abrió una escuela recientemente en Santiago de Chile. El objetivo, obviamente, es impedir que los jóvenes talentos estén atados a otras personas o clubes, razón por la cual los derechos de niños cada vez más pequeños se cambian como si fueran cromos en los mismos pedregales en los que demuestran sus cualidades. “De aquí a un tiempo hasta el mercado de los niños de 12 años estará copado –sigue Meneses–, y ya se buscan de menos de 10. Por eso en Holanda contrataron a un niño de 18 meses por hacer un par de piruetas con el balón. Y por eso dicen que, antes incluso de que naciese, ya había una oferta por el hijo del Kun Agüero –y nieto de Diego Armando Maradona–, por su previsible potencial genético, un concepto más propio del mercado de los caballos. Eso es una degeneración del consumo”.
Tras entrevistarse con gente del negocio futbolístico –incluido Guillermo Coppola, el famoso representante de Maradona–, realizar varios viajes, conocer a muchos padres con ganas de hacerse ricos – “y de proyectar sus frustraciones en sus hijos”–, el periodista, finalmente, alcanzó un acuerdo con el abuelo de un niño chileno de 11 años. El libro de Meneses acaba con un apretón de manos y una cifra: 200 dólares. Por algo menos de 150 euros se puede comprar el futuro de un niño con talento: “Es que las posibilidades de que no lleguen son prácticamente todas. El 99,99% no tiene la fortaleza física o mental, tienen lesiones… o, como me dijo un entrenador, lo deja por alguno de los tres principales peligros que acechan a un niño futbolista: las drogas, los estudios y la novia”.
DTlux