Los edulcorantes artificiales, inventados para reducir el consumo de azĂșcar y promover una vida sana, podrĂan en realidad aumentar el riesgo de diabetes, segĂșn un informe cientifĂco publicado este miĂ©rcoles.
Presentes en las bebidas gaseosas, en los cereales, en los postres, los edulcorantes artificiales representan un enorme mercado alimenticio y son muy apreciados por las personas que siguen una dieta o que tienen problemas con el azĂșcar.
Algunos expertos recomiendan los edulcorantes para gente que sufre de diabetes de tipo 2, una enfermedad que ha alcanzado proporciones epidĂ©micas, y para los que sufren de intolerancia a la glucosa, un estado prediabĂ©tico, con niveles de azĂșcar elevados en la sangre.
Los edulcorantes dejan un gusto dulce en la boca, y sus molĂ©culas pasan directamente al aparato intestinal sin ser absorbidos, por ello, a diferencia del azĂșcar, añaden muy poco aporte calĂłrico al cuerpo.
Pero los cientifĂcos que publicaron su informe en la revista Nature realizaron experimentos con ratones y grupos de seres humanos y descubrieron que los edulcorantes en realidad perturban la elaboraciĂłn y las funciones de las bacterias intestinales, y que aceleran la intolerancia a la glucosa.
"Los edulcorantes artificiales fueron introducidos de forma extensa en nuestras dietas con la intenciĂłn de reducir la ingestiĂłn de calorĂas y para normalizar los niveles de glucosa en la sangre sin perjudicar la inclinaciĂłn humana por el sabor dulce", explicĂł la revista.
"Nuestros resultados sugieren que los edulcorantes quizĂĄs hayan contribuido a reforzar exactamente la misma epidemia que debĂan en principio combatir" señala el texto.
Los cientĂficos, dirigidos por Eran Elinav y Eran Segal, del Instituto de Ciencias Weizmann de Israel, añadieron tres tipos usuales de edulcorantes -aspartamo, sucralosa o sacarina- al agua de ratones en dosis apropiadas, equivalentes a los niveles mĂĄximos que se recomiendan para los seres humanos.
Esos rodeores desarrollaron intolerancia a la glucosa, mientras que otro grupo que solo bebiĂł agua, o agua con azĂșcar, no sufrieron ese sĂntoma.
Los investigadores transplantaron luego heces de esos ratones alimentados con glucosa y edulcorantes a roedores que no tenĂan bacterias intestinales.
Los niveles de glucosa en la sangre de estos Ășltimos animales creciĂł rĂĄpidamente.
Luego llevaron a cabo experiencias similares con un grupo de siete voluntarios que normalmente no utilizaban edulcorantes. Durante siete dĂas les dieron la dosis mĂĄxima permitida en Estados Unidos. Cinco a siete dĂas despuĂ©s cuatro de los voluntarios desarrollaron niveles elevados de glucosa y alteraciones en su flora intestinal.
"Esto exige reevaluar el consumo actual, masivo, de esas sustancias", pidiĂł Elinav.
Expertos independientes elogiaron este estudio innovador, pero advirtieron que el grupo de muestra humano era demasiado pequeño, y que son necesarias mås pruebas.
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