Es un elemento de seguridad importante, además protege, aísla y aporta aerodinámica al vehículo. El mantenimiento adecuado del parabrisas es mucho más que una cuestión estética: ayuda a conducir con mayor confort y seguridad, además evita algunos de los riesgos de rotura y sus consecuencias. Para ello, basta aplicar un poco de sentido común y seguir unos hábitos lógicos en casos de condiciones extremas, según explicó Johnny Chávez del taller "Daytona Autoservices".
Mantener la distancia de seguridad. Un 80% de las roturas de las lunas se debe al impacto de gravilla proyectada hacia el parabrisas. Se puede evitar en buena medida manteniendo la distancia de seguridad con el vehículo que precede en la carretera.
Acudir al taller inmediatamente al detectar cualquier rotura. Una reacción rápida evita que una pequeña rotura se agrande o agriete, lo que equivale a la diferencia entre una reparación y una sustitución del parabrisas.
No usar agua caliente para limpiar un parabrisas frío. El agua caliente aumenta las posibilidades de que el parabrisas se agriete, especialmente si ya tiene alguna micro rotura. En su lugar, se recomienda activar la calefacción y el sistema de desempañado, o utilizar productos descongelantes.
Desempañarlo con aire acondicionado. El aire frío es más seco y cuando llega al cristal se calienta, aumentando su capacidad para desempañar.
Evitar saltos térmicos entre el interior y exterior. En situaciones de temperaturas extremas, debe intentarse que interior y exterior mantengan una temperatura similar. Así se evitan riesgos de agrietamiento por contraste de temperatura.
Renovar el limpiaparabrisas cada 6 o 12 meses. Se evita de este modo rayar el cristal y disminuir el riesgo de accidentes por mala visibilidad. Si es posible, lo ideal es cambiar los limpiaparabrisas justo antes de la época de lluvias.
Según Chávez, los parabrisas actuales están fabricados por cristal laminado, un sistema que incluye dos láminas de cristal de un grosor de 2,1 milímetros y una lámina intermedia de plástico traslúcido que une las dos capas de cristal, evitando que los fragmentos de cristal se desprendan en caso de rotura. El uso de este sistema es solo obligatorio en el parabrisas, mientras que el resto de lunas del vehículo suelen ser de cristal templado, que se rompe en pequeños trozos redondeados.
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